"[...] En menos de media hora, después de viajar en un colectivo semivacío y de caminar algunas cuadras, estuvo frente a la puerta de vidrio de un edificio de departamentos en la avenida Entre Ríos al novecientos. Tocó el timbre del portero eléctrico. Sonó una voz de hombre: "Bajo." Esperó. De pronto llegaron entre risas tres personas disfrazadas, un león, un hawaiano y un buzo que parecía ser una mujer. Tocaron varias veces el portero eléctrico poque nadie les contestaba, hasta que se oyó una voz que dijo: "Están bajando." Se encendió la luz del palier y salieron del ascensor dos chicos jóvenes con trajes de cuero sadomasoquistas, uno iba gateando hacia la puerta con una cadena al cuello sostenida por el otro. Los disfrazados de afuera se reían. El sadomasoquista, que gateaba como poseso por una voluptuosidad felina, tenía un bozal con una bola roja metida en la boca. De pronto lo miró a Daniel que estaba a un costado y se paró, serio, incómodo, abandonando la cadena y le pidió con gestos impacientes que le sacara el bozal. Abrió la puerta y, tratando de sonreír, saludó a los disfrazados.
-Vayan subiendo que ahí voy- dijo, y esperó a que se fueran para hablar con Daniel-. ¿Qué hacés acá, Pollo?
-Quería saber si me podía quedar a dormir. Acabo de llegar y...
-¿No podías avisar?
-No tenés teléfono.
-Caíste justo en una fiesta. De disfraces. Esto es un disfraz- dijo, agarrándose el chaleco de cuero.
-Está bien. Es por unas noches nomás, Ramiro, después me vuelvo.
-No podés quedarte, disculpá, pero...
-¿Entonces podés darme los cien que me debés de la moto? Necesito urgente la plata- dijo Daniel.
-Vos vas a volver a Curuguazú y le vas a decir a todo el mundo que yo estaba gateando por el piso, con esto en la boca, vestido así.
-Si no querés, no digo nada, pero dame los cien pesos.
-¿Me extorsionás?- dijo Ramiro, nervioso.
-No- dijo Daniel-. ¿Por qué te voy a extorsionar?
-Porque vas a volver y vas a empezar a contar que me viste así.
-¿Y qué tiene de malo que estés así? ¿No me dijiste que es un disfraz?
-Sí, pero en mi casa pueden llegar a pensar cualquier cosa.
-Bueno, yo no digo nada y listo. Lo que te pregunto es si me podés dar los cien pesos.
-¿Ves?, me estás extorsionando.
-Bueno, está bien, si querés te estoy extorsionando, dame la plata y yo no digo nada.
Ramiro dudó, después lo hizo pasar y entraron al ascensor. Cerró las puertas ruidosamente, con demasiada fuerza, apretó el botón del piso quince y dijo:
-Yo estoy viviendo con un chico, sabés, te lo digo de una para...
-¿Y qué hay?
-Lo que te quiero decir es que estoy saliendo con un chico.
-¿Saliendo a dónde?
-Saliendo a ningún lado, Daniel- dijo Ramiro tratando de controlarse-. Mi pareja es un hombre, me gustan los hombres, soy gay.
Daniel no supo qué decir y miró el tablero de botones.
-La última vez que subí en un ascensor fue a los once años en un hotel de Paraná.
-Daniel, si vos decís algo en Curuguazú y se enteran mis viejos, me arruinás todo, porque se lo pueden tomar muy mal.
-No te preocupes- dijo Daniel-. Yo no voy a decir nada.
-Ni a tu hermano.
-Bueno- dijo y a través de los rombos de la puerta miró los pisos que pasaban uno tras otro como si el tiempo, rayado, repitiera la imagen de un mismo instante. [...]"
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7 comentarios:
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una noche con sabrina love, de pedro mairal??
y???
es o no es??
Siiiiiiiiiiiii!!! tiene que ser ese porque yo vi a Funes leyendo ese!!!!!!
muejejé
no me juegue nunca al truco porque ahí también le gano!
Me gusta su apodo: "la misma trabajadora".
¿Qué otra cosa puede ser si no es Sabrina Love de Pedro Mairal?
El truco es para hombres con mal aliento y mentirosos desde la médula.
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