martes, octubre 02, 2007

Club de blues local

Emili festejó su cumpleaños y había de todo; franceces, ingleses, maiamenses, chicas lindas, chicos grossos, porro y mucho pero mucho alcohol. Lo mejor de todo fue clavarse un porro y acostarse a dormir porque te había pegado en la nuca.
Si la fiesta no hubiera sido en mi casa seguramente después de fumar el porro hubiera terminado en el bidet buscando una pastilla de alikal entregadísimo y a los gritos.
Y al otro día había PUMAS. Domingo. Sol.
Así que me tuve que levantar temprano y viajar en las combis de pobres desde Congreso a Lugano sufriendo mientras ellos ganan más plata que la línea 86 incluyendo los 32 mil subsidios que reciben.
La resaca era importante pero, como ganamos, durante el partido me circulaba un nivel tan alto de adrenalina que hasta me animé a un Cavernet Sauvignon de Colón.
Ahora, te digo, terminó el partido y me clavé una siesta.
Lo peor fue que mi sobrino, Hernán el Terrible, estaba encendido.
¡Tío Funes! ¡Tío Funes!
¿Qué pasa, flaco?
¡Vamos a jugar!
No, aguantá, man. Al Tío Funes le partieron la cabeza a botellazos anoche.
Vamos a jugar...
Me duele la cabeza y quiero dormir así me curo, flaquito.

Claro, no entendió nada. Tiene 3 pirulos nomás. Qué va a entender.
El guacho no dijo nada y se fue: agarró la pelota y volvió.
Sentáte allá, con las rodillas en la cama, Tío.
¿Para qué sobrino?
Para que te cures, tomá, agarrá la pelota. Así jugando se te va a pasar el dolor de cabeza.

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