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Cuando te dicen elegí un vino, te lo preguntan porque sabés de vinos. Yo no sé de vinos. Y éramos varios los que estábamos en la mesa que no sabían de vinos. A la rubia le habían dicho que sabía de vinos para dejarme como un duque. Empezamos mal, pensé. Julián, su novia & amigos me habían citado a la cena para "darme la papa" y por eso me presentaron a Romina, la hermosura de Villa Urquiza que hacía dos semanas se había separado de su novio de la secundaria: "7 años tirados a la basura", escupió. Una desgracia. Por supuesto, Julián se encargó de avisarme mientras chupaba una ostra. Casi me trago la concha entera en el exabrupto.
¡7 años, podés creer! Nunca jamás, en mi caprichosa y flatulenta vida, había hecho algo que durara 7 años. Ni siquiera un trabajo me había durado tanto. Pero ella, una reina de las formas, aclaró que técnicamente no era correcto; entre las idas y venidas, habían salido 4 solamente; durante un año habían estado distanciados y "las constantes peleas; cíclicas y neuróticas peleas" habían hecho de esos 4 años "un tortuoso túnel sin salida del cuál se había podido liberar hacía unos 15 días.
-¿Y qué te hace pensar que es definitivo? - le pregunté con la ostra en la boca.
-Nunca nada es definitivo - me respondió sin quitarme la mirada de los ojos.
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