Una vez me tocó entrevistar a los futuros alumnos de la Institución. Tenía que sentarme en la mesa de Orientación (yeah, right!) y esperar sus dudas. Para eso, una tarea ardua, había llevado Madame Bovary. En la misma mesa le tocó nivelar al señor Franklin Bassarsky (en la foto es el de la derecha). Esto dice de Franklin el que está a la izquierda, Asato:
Me fuí de la Asociación Argentina de Go, con una sensación de haber entrevistado a una persona que ha tenido constancia y dedicación. Quien transmite con humildad, ganas de aprender día a día (para luego transmitir y enseñar) todo aquello que a partir del GO ha conseguido. Con el deseo de que sus alumnos puedan disfrutar, crecer y conseguir logros como personas, como parte de una Asociación y como parte de una Comunidad.
Charlamos durante las 3 horas que le tocó nivelar para el curso que da en la Institución: Introducción al Go. No fue nadie. Pero se dio una charla muy interesante. Realmente es un groso este muchacho. Y me contó una muy buena. Resulta que Franklin estuvo en Japón varias veces, como amateur jugador del Go (es un juego de estrategia que en Oriente tiene la relevancia del ajedrez, hay jugadores de Go que cobran millones como profesionales) y estuvimos discutiendo sobre la importancia de la cultura en este país en relación a la cultura del Japón.
- ¿Y qué fue lo que más te sorprendió de todo?- pregunté un poco entusiasmado.
- Hay pequeñas diferencias - me dijo luego de pensar un rato - porque no hay tanto para resaltar. Es en la cotidianeidad donde se ven las diferencias.
- En el día a día - creí entender.
- Sí, sí. Mirá, un día estaba en el hotel refugiándome de una lluvia torrencial. El cielo se había destapado y el agua caía a baldazos - decía levantando esos brazos largos que tiene - y me asomé por la ventana y vi a un tipo de traje, levantándose la solapa de manera que le cubriera el cuello, firme junto al semáforo. Firme. Parado. Estaba a punto de cruzar la calle, en la vereda, abajo de la lluvia torrencial y sin paraguas. Te digo, caía a baldazos el agua y el tipo sin paraguas. Miré a los costados y no venía ningún auto en ninguno de los dos sentidos.
- Un caso raro - acoté.
- ¿Raro? ¿Sabés que esperaba? Que el semáforo lo habilitara a cruzar.
- Al final no vino nadie a orientarse por mi curso - me dijo tomando su maletín y estirando su mano mientras se abrigaba.
- Franklin - dije estrechando su diestra - durante dos horas me orientaste a mí.
Se fue con una sonrisa.
Yo me quedé y volví a Flaubert, muy a mi pesar.
2 comentarios:
Franklin es realmente un maestro. No solo en el sentido de un tipo copado, ocurrente, inteligente. Tuve la suerte de que sea mi maestro en introducción al go. Impecable.
maestro, capo, profesor, llevan a mi mente indefectiblemente la imagen de franklin Bassarsky, verlo con un pizarrón de fondo, una tiza en la mano, un Parisiennes en la otra y con ambas manos sosteniendo un libro de cabrera y Medicci, gesticulando, explicando y saliendo de entre su barba la frase….”no..no…no es como se hace….tenes que entender que es….!!!!.
Puede un maestro sospechar acaso, que siente su alumno cuando los años pasan, y pasan y siguen pasando, pero, la imagen de ese señor esforzándose por hacerte entender de que se trata el algebra, que es, y “no..no…no se trata de cómo se hace….”
Disculpas, debo pedir, ya que hoy utilizo sus frases, su legado, esa manera de explicar las matemáticas, y créame, intento por momentos mimetizarme y creer que soy “el maestro Franflin”….
A_nngel@hotmail.com
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