Ayer leí Boquitas Pintadas, de Manuel Puig, en cuatro livianísimas horas. Me sentía como Doña Rosa con los ruleros medio sueltos de tanto trajín emocional. Me lastimé el labio inferior de los nervios. Como dice Laura M. "así da gusto colgarse con un culebrón". Y las últimas palabras me llenaron los ojos de lágrimas. Pero no, no lloré.
lunes, abril 24, 2006
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4 comentarios:
Hay quien dice que se le escapó alguna lagrimita...
...mmmh...
¿hay pruebas?
Claro... me corre con la clásica excusa de la prueba!
No por clásica deja de ser menos valedera.
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