Para leer. Para escapar de esta realidad que me ata los cordones de las zapatillas cada vez que salgo a caminar. ¿Para qué leo yo? Para irme del lugar en el que estoy. Para tomar partido en grandes e infructuosas luchas. Para llorar y que parezca en serio. Y para cerrar el libro y sus problemas y así escaparle a la desgracia. Claro, leer es como oír desgracias ajenas. Pero cuando uno quiere y no cuando El Destino las impone. Leer para drogarme. A pesar de drogarme como me drogo. Que alguien me cuente sus chistes, sus miserias. Sin juzgar. Sin tener que tomar partido. Por eso leo. Porque no tengo que justificar mi juicio, porque puedo leer sin tener que ser sólido en mi explicación.
Porque no puedo ser sólido.
Porque no puedo ser sólido.
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